* Expuesto en la instalación Destrucción. "1. Arquitectura - Teoría", incluida en la exhibición In oculis vestris / Con tus ojos (22 nov. 2019 - 29 feb. 2020) en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica (MADC).
* Expuesto en la instalación Destrucción. "1. Arquitectura - Teoría", incluida en la exhibición In oculis vestris / Con tus ojos (22 nov. 2019 - 29 feb. 2020) en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica (MADC).
*Esta es una publicación gratuita. CCECR y Operaciones han liberado los derechos de este libro para usos no comerciales; se permite ampliar, ajustar, editar y traducir el contenido a través de cualquier medio de reproducción, electrónico o mecánico, siempre que el producto sea para usos no comerciales.
Fotografía: Roberto Chavarría, DerechoZurdo.
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[1] Andrés Isaac Santana, crítico, ensayista y curador cubano y Adonis Ferro, artista cubano multidisciplinario.
[2] Des-conciertos es una serie de obras −actualmente con 9 piezas realizadas, performáticas en su mayoría- acompañadas de elementos pictóricos, musicales y corpóreos, entre otros. Estos desarrollan temas críticos de la sociedad, particularmente sobre la sociedad cubana (de la cual proviene el artista), como la economía o la política, pero que de alguna u otra manera se vinculan globalmente, produciendo cierto desconcierto en el espectador con sus diferentes motivos.
[3] A propósito del valor de la obra de arte, este está, en oposición a lo que Pierre Bourdieu se ha referido acertadamente como “la ideología de la creación”, la cual coloca al autor como “el origen primero y último del valor de la obra”. Muy por el contrario, el valor de una obra de arte se encuentra sujeta a un sistema compuesto por figuras que exceden a la del artista. Por ejemplo, en el caso de los escritores, las figuras del editor, el prologuista y el crítico de literatura son capitales para la distribución, validación y recepción de su obra. De forma similar sucede en el caso de los pintores, cuyo valor a menudo descansa en el manejo de su exposición a cargo de galeristas y curadores. Asimismo, la recepción que una obra de arte pueda llegar a tener está marcada por figuras que hablan con un grado de autoridad sobre la misma asociadas a una serie de prácticas relacionadas con la acumulación de prestigio por parte de sus participantes, como en el caso de los críticos o el panel de un jurado en actividades como bienales, trienales, concursos de comisiones u otro tipo de competiciones. Para ver un trabajo que toca la producción del valor de la obra de arte de manera lúcida ver: Pierre Bourdieu, “La producción de la creencia. Contribución a una economía de los bienes simbólicos”, en El sentido social del gusto, Primera ed., (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2010), 153-229. [N. del E.]
En medio de la figura del artista y la del curador.*
Silvia Elena Fallas Garita | abr. 24, 2020.
ISBN: 978-9930-9652-4-5
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Este texto contiene una serie de cuestiones y preguntas surgidas después de mi experiencia en un encuentro entre artistas y curadores. Siendo más precisa, surge a partir de los cinco días de la residencia, titulada Laboratorio de Sentidos, organizada en el marco de las residencias artísticas de Casa Caníbal.
Durante esta residencia se mostraron algunas de las diferencias y semejanzas entre las figuras del artista y el curador. Una de las principales diferencias entre estas figuras corresponde a su aproximación frente al acto creativo; el sistema de producción de obra es muy diferente entre cada figura, ya que, típicamente, se asocia al proceso creativo del artista con la producción de una obra −muchas veces pensada independientemente de su posible exposición. La figura del curador, por otro lado, puede partir de tal obra para desarrollar su proceso creativo, la cual, más veces de las no, desemboca en una exposición. En esta, la articulación de las piezas expuestas en función de una determinada intención, inquietud, ideología y/o problema está gobernada por su disposición en el espacio, implicando que la curaduría de exposiciones es, en esencia, un problema espacial. Estas son algunas de las cuestiones que, a grandes rasgos, han lanzado una serie cuestionamientos en mi producción personal, particularmente sobre un interrogante que desde hace algún tiempo me aqueja en relación con estas figuras; al ser estudiante de arte, siempre me cuestiono el rumbo de mi práctica. ¿Debería de producir obra artística? O, por otro lado, ¿debería considerar la posibilidad de ejercer mi práctica desde otros lugares ligados a la producción de arte, como el de la curaduría?
Lo acontecido en esta residencia tuvo particular pertinencia con las preguntas anteriores ya que me mostró, desde la experiencia de los encargados (uno artista y el otro curador),[1] las diferentes caras de la moneda, propias de cada figura, en un mismo proceso creativo. Como por ejemplo, la obra de Adonis Ferro: Des-conciertos.[2] Esta puso de manifiesto una serie de cuestionamientos conceptuales y prácticos sobre la producción artística y la curaduría, ¿es necesario la existencia de este tipo figuras de forma separada? Esta duda surge debido a que el trabajo del artista tiene una serie de aspectos que rozan muy de cerca a la práctica curatorial y viceversa. El aspecto en el cual considero que se dio este roce de manera patente fue en la disposición del espacio expositivo y cómo el artista asume en esta la posición de curador en su propia obra desde el momento de la investigación o concepción de las piezas. Por otra parte, la labor del curador apuntó a cómo lograr un discurso expositivo eficaz –independientemente la figura que lo enuncie y según su propia intencionalidad-.
Si bien hay similitudes entre ambas figuras, cabe distinguir al curador y al artista individualmente. Ambas están ciertamente ligadas a la obra de arte; existe la persona que construye el objeto y otras exteriores al proceso en distintos momentos del mismo, ya sea para involucrar o “aclarar” aquellos elementos que no se perciben fácil o intencionalmente y que consideran como importantes para su propio proceso creativo. También, existen aquellos que, a través de la obra de los artistas, utilizan su montaje para exponer una serie de cuestiones según su propia agenda. Si la relación entre ambas figuras es equitativa o dispareja, poco importa. Lo claro es que, independientemente de quién produzca una obra de arte, el valor que esta pueda llegar a tener ciertamente no está supeditada a la figura de su creador. ¿Qué pertinencia tiene un punto de vista externo en el trabajo artístico? Quizás, esta mirada externa es tan importante en la producción de la obra de arte como la del artista que la produce, pues a menudo, el valor que pueda tener una obra de arte no descansa − de manera exclusiva− en las manos de su artífice.[3]
Obras citadas.
Bourdieu, Pierre. “La producción de la creencia. Contribución a una economía de los bienes simbólicos”. En El sentido social del gusto, Primera ed., 153–229. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2010.
Silvia Elena Fallas Garita es comunicadora visual. Actualmente es Directora de la Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico y Arquitectónico de la Iglesia y Convento Colonial de Orosi.